En el templo de Santa Maria, cuyo 495 aniversario de la Dedicación celebramos hoy, en los pilares de las naves, se pueden observar doce cruces en mármol rojo. El ritual de consagración, realizado por el Obispo, el entonces Cardenal Esteban Gabriel de Merino, contenía una serie de ceremonias que debieron prolongarse en la jornada del 11 de Octubre de 1529.
Llegado el momento, el Obispo procedió a bendecir el agua con sal, el vino y la ceniza, tras lo cual consagró el altar principal y, tras completar tres vueltas por todo el recinto en honor de la Santísima Trinidad, ungió con el santo crisma la docena de cruces insertas en los muros, para significar cómo los discípulos de Jesús inflamaron y ungieron los corazones de los hombres al amor de Dios.
Mientras, varios de los ministros se ocupaban de adornar el altar con todo lo necesario para celebrar la primera Misa del nuevo templo parroquial. Los antiguos tratadistas explicaban que estas cruces venían a recordar a los apóstoles que predicaron por todo el mundo a Cristo crucificado, y para impedir que los demonios tuvieran el atrevimiento de penetrar en suelo sagrado. En el día del aniversario de esta consagración, se deberían encender cirios ante todas estas cruces, en recuerdo de dicha efeméride y de la santidad del templo.
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